Por Isak Haras
Decía el renombrado autor Elie Wiesel, escritor de una de las más apasionantes trilogías sobre la vida, la cercanía a la muerte y la esperanza, que incluso en la oscuridad, es posible crear la luz y alentar la compasión. Esta frase viene de una de las muchas historias que Wiesel narra sobre su experiencia bajo las atrocidades bélicas del régimen de la Alemania Nazi, régimen que a la fecha, es la cara del genocidio en la historia. Ahora bien, el genocidio es algo difícil de definir, pero ampliamente citado en el derecho internacional, en una gran multiplicidad de largos conflictos armados. Sin embargo, en 2022, estamos tal vez ante la primera gran guerra activa entre dos Estados absoluta e incuestionablemente soberanos, desde que la Federación Rusa decidió aumentar su intervención en Ucrania, incluso más allá de las áreas disputadas.
Y es que tras la invasión de Ucrania en febrero de 2022, Ucrania demandó a Rusia ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ), bajo el caso que quedó nombrado como “Alegaciones de genocidio en virtud de la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio”. El argumento ucraniano se basa en la idea de que su gobierno no comete genocidio en las regiones problemáticas y separatistas de Donetsk y Luhansk, por lo cual Rusia no tiene fundamento para intervenir legítimamente en su territorio. En una sentencia parcial, de marzo de 2022, la CIJ falló que Rusia debía suspender sus operaciones militares en Ucrania inmediatamente, por una votación de 13-2, únicamente sin el respaldo del vicepresidente de la CIJ, el juez ruso Kirill Gevorgian y su homóloga de la República Popular China.
Por su parte, la Federación Rusa reclamó que CIJ no tiene jurisdicción sobre el caso, porque aunque Rusia no realizó reservas en su membresía hacia la CIJ, no consintió que la CIJ atendiera este caso, cosa que es necesaria para que la CIJ tenga competencia sobre un caso. Ucrania respondió que hay una violación al Artículo II de la Convención para la Prevención del Genocidio, alegando que Rusia está asesinado a personas de nacionalidad ucraniana, en territorio ucraniano, de forma intencional, y por ende, es responsable de Genocidio. Ahora, para mantener la soberanía de cada país, es necesario que instituciones como la CIJ no tengan forma de ejecutar sus propias decisiones. Sin embargo, es un hecho que eso hace inoperantes las convenciones internacionales que aplica, si se depende de la voluntad diplomática de los países para cumplir las decisiones de la Corte.
¿Y qué puede hacer la Comunidad Internacional para proteger la eficacia legal de tratados internacionales como la Convención para la Prevención del Genocidio, considerando la enorme importancia de proteger la vida de ciudadanos que podrían ser víctimas? Pues, en la realidad, siendo pragmáticos, la diplomacia no tiene buenas oportunidades ante gobernantes que no ceden ante la presión del exterior, como lo es Vladimir Putin. Por ende, queda una sola opción real, tal vez decepcionante, extrema, pero viable: la intervención militar. Claro, eso no demerita que si la intervención es exitosa, se juzgue a militares y funcionarios rusos por genocidio, como sucedió con el Tribunal Especial para Crímenes de Lesa Humanidad en Yugoslavia. Para que ello suceda, no obstante, deberá estar precedido de una acción armada internacional, pues como Kelsen afirmaba, en el derecho internacional, solamente la guerra y las represalias son efectivas para hacer cumplir las normas.
Entonces, en conclusión, este caso ante la CIJ demostrará de manera muy evidente, si el derecho internacional verdaderamente es efectivo, pues Rusia no cumplirá las resoluciones solamente por voluntad, diplomacia o responsabilidad. Si pudo intervenir en Ucrania sin legitimidad jurídica, parece difícil que se ajuste a medios pacíficos de solución de controversias. Mientras tanto, decenas de miles de civiles se encuentran en grave peligro de perder su vida o su integridad física, por la deficiencia del derecho internacional y la renuencia a la intervención militar de terceros países. ¿La situación parece oscura? Por supuesto; pero si Wiesel tiene razón, llegará la luz, esperemos que más pronto que tarde.
Isak Haras: Pasante con carrera terminada en proceso de titulación, en Derecho y Relaciones Internacionales, originario de la Ciudad de México, con práctica en los sectores de atención jurídica corporativa y regulatoria, ex-ITAM (2016-21).

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