Por: Beka Ávila


Puede que muy pocos lo acepten, pero en la naturaleza mexicana todos llevamos dentro un farandulero. Me atrevo a asegurar que hoy nadie desconoce del juicio entre Amber Heard y Johnny Depp. Independientemente del chismecito, que a todos nos tiene picados, este juicio ha traído un precedente importante que debemos puntualizar: la violencia de género no sólo aplica para las mujeres, hay hombres que también son víctimas de violencia de género y hay mujeres que son agresoras. Lo grave del asunto es que la palabra de un víctimo no tiene el mismo peso, ni siquiera la misma credibilidad, que la de una víctima.

Uno de los aspectos que más me impactó del juicio Heard-Depp, es el abuso que ella realizó con la protección que se le otorga, y con justa razón, a las víctimas de violencia doméstica. Usar un movimiento tan delicado como #MeToo para sacar provecho es un crimen (es que, verdaderamente, ni el PRI setentero se atrevió a tanto). Y de verdad no defiendo a Johnny, es más, el juicio me parece puro circo, pero es un hecho innegable que ella declaró falsos acontecimientos. Yo, como una mujer feminista que ha dedicado parte de su vida a la defensa de los derechos de las mujeres, estoy verdaderamente consternada que alguien aproveche la situación vulnerable en que se encuentran millones de nosotras para sacar beneficios personales. Si hoy las mujeres contamos con un poco más de protección de lo que teníamos antes, es porque la necesitábamos. Por años, siglos incluso, hemos sido víctimas de las peores injusticias en razón de género. Tanto el Estado como la sociedad tienen una deuda histórica con nosotras, ya era hora de igualar la balanza y darnos nuestro lugar. Por ello, me llena de rabia que ese lugar, obtenido con lágrimas, sudor y sangre, se ponga jaque.

No quiero ser mal comprendida, insisto ¡soy feminista! defiendo los derechos humanos por sobre todas las cosas y el «coto vedado» es mi pastor. Por lo tanto, este tipo de situaciones verdaderamente me conflictúan. Al hacer un uso indebido de la poca protección que ahora tenemos, lo único que generaremos son trabas para que la gente que realmente lo necesite no pueda acceder a ella. Mientras miles de mujeres en este preciso momento son abusadas y maltratadas, tu tía la Heard está poniendo, literalmente, en tela de juicio la legitimidad de un movimiento que las puede salvar.

A contrario sensu de lo que se pensaba, en esta ocasión el chisme sí nos dejó algo positivo: la violencia de género no sólo aplica en contra de las mujeres y reconocerlo es un paso importante para erradicarla. Por increíble que parezca, hoy también existen hombres golpeados, abusados física y psicológicamente e, incluso, difamados por sus parejas.  Los MP reciben miles de denuncias en contra de hombres por abusos sexuales que no cometieron. Y, al igual que nosotras, ellos también se vuelven víctimas. 

El objetivo del feminismo de forma alguna es maltratar hombres, mucho menos desatar una guerra de géneros, sino lograr una conciliación social, laboral, religiosa, educativa, profesional y familiar. Usar un movimiento tan importante para sacar provecho, lo único que genera es su deslegitimación. Y justo porque he sido víctima de las desigualdades que hoy en día existen hacia nosotras, no voy a solapar que se desvirtúe la oportunidad que tenemos para erradicar nuestra vulnerabilidad. Si nosotras mismas seguimos usando estas garantías de protección como armas blancas, como vehículos de venganza, o cómo objeto de chantajes, si nos seguimos haciendo las vístimas, entonces, jamás dejaremos de ser víctimas. 

Beka Avila, egresada de la facultad de Derecho del ITAM.